En su silenciosa cruzada lo acompañan “Pico”, su caballo de 18 años y Kike, su fiel compañero canino.
Juan Ángel Corzzini Bentancur tiene 74 años de edad y es oriundo de Rincón de Arias en el departamento de San José, pero desde hace un tiempo considerable habita en la zona de Tranqueras Coloradas, pocos kilómetros al Este de la capital departamental.
Ahí, en su pequeña chacra donde cultiva lo esencial para poder comer en una huerta, labra la tierra con técnicas añejas como el arado de mancera, ayudado por su caballo “Pico” que lo acompaña desde hace 18 años. Junto a ellos, como una sombra, siempre está Kike, el perro.
En su infancia “Ángelo”, como lo llaman sus allegados, trabajó en la chacra junto a su padre y hermanos. Plantaban papas, trigo y maíz. “Eran épocas en las que se salía a las trillas” recuerda emocionado.
Antes trabajaba con un viejo tractor Fordson Major modelo 55 a kerosene, posteriormente pasó a los arados y rastras tirados por caballos, como se ve en la foto de portada de esta nota, en la que estaba preparando la tierra para plantar maíz, producto que será destinado al consumo de la familia y para las vacas, terneros y gallinas que forman su humilde y acogedor establecimiento.
Si bien ve con buenos ojos el surgimiento de la nueva forma de trabajar, destaca que “el trabajo tradicional es historia. Fue un momento hermoso el vivido”. Agrega que “aquel tiempo se extraña, porque por más sufrido que fuera éramos felices”.
“En aquellas épocas de zafras se trabajaba de sol a sol, con mano de obra mucho más numerosa a la de ahora. Antes la mayor parte del trabajo era mediante la fuerza bruta, hombro y brazos, hoy eso en algunos aspectos ya no se ve. Hoy las maquinas vienen trillan, cargan y se van, donde antes tenías a ocho personas trabajando como mucho tenés a tres en esta época: uno en la trilladora otro en el tractor, el camionero y listo, lo mismo sucede con las siembras, clavar la reja para arar la tierra, rastrear y plantar, hoy tenemos las siembra directa. Es todo a base de tecnología, adaptado a este tiempo, en esos años algo inimaginable”, relata pausado don Juan Ángel, quien define a lo que hace hoy en día como su “hobby para conservar la tradición”.
“Tratamos siempre de consumir lo que plantamos en la pequeña quinta. Quedas tranquilo del proceso que realizaste desde que diste vuelta la tierra, la preparaste, plantaste la semilla y esa semilla luego de todo el proceso dio el vegetal que utilizamos para consumir. Es algo que no se puede perder, que las nuevas generaciones sepan estas cosas que son importante para la vida, valorar también el trabajo y ese proceso”, dice convencido.
Ángelo tiene tres hijos y un nieto, Andrés, quien lo define como “Una persona mansa” a la que “difícilmente lo vas a ver nervioso”. Y continúa: “Ojala yo pudiera tener la paciencia que tiene, su tranco manso, esa manera para siempre encontrarle la solución a los problemas, las palabras justas en el momento preciso. Amante del campo, un abuelo que le debo mucho, sus consejos, sus enseñanzas para cuando «yo no esté». Un abuelo con todas las letras. Siempre que voy a verlo tiene algún recuerdo de su época de juventud, ahí viene acompañado el consejo, un abuelo gaucho”, dice con orgullo. / Por César Reyes