Sugiere que para frenar la contaminación, es fundamental educar a los niños y dejar de usar agrotóxicos, a los que definió como el “enemigo número uno” de las hierbas medicinales.
Urso Senen Sánchez Perdomo tiene 82 años de edad y nos recibe en su casa de calle San Vicente casi 18 de julio en San José de Mayo. Lo acompaña su mascota, una perrita llamada Luna. Nos invita a pasar y a tomar asiento frente a una mesa repleta de bolsitas y ramitos de diferentes hierbas, las que contempla y señala permanentemente en el transcurso de la entrevista.
Marcela, manzanilla, cedrón, sarandí blanco; el aroma de los vegetales invade el lugar, mientras afuera la mañana del sábado 5 de octubre comienza a dejar que los rayos del sol entibien el aire después de una noche de lluvia intensa en la capital josefina.
Toda la vida de Urso ha estado ligada a la naturaleza. Sus padres eran agricultores y él siempre los ayudó, desde niño y hasta los 30 años de edad en las labores de la tierra. Vivían en Cañada Grande, una zona altamente productiva y con una economía fuerte, que dio cabida a la poderosa Cooperativa Cañada Grande, que nucleaba a varios productores de la zona. Urso la recuerda bien porque fue uno de los socios fundadores. Nos menciona de aquel tiempo a los comercios Aldáz y Casa Cedrez, y rememora que antes había tanta gente en Cañada Grande que existían dos clubes de fútbol prácticamente pegados: La Paz, donde jugó como defensa, y Unión Deportiva, actualmente desaparecido. “La gente se va del campo”, reflexiona tajante mientras fija su mirada en una bolsita de cedrón.
Rondando los 30 años de edad Urso se casó con Martha, con quien se vino a vivir a San José de Mayo donde formaron su hogar. La pareja procreó un hijo, Marcos, que hoy tiene 38 años. Martha falleció hace casi dos años y su partida todavía deja huellas de esas que duelen pero que en la vida no se pueden evitar.
En aquel tiempo, el del inicio de la vida matrimonial, para ganarse el pan Urso abrió un almacén en el barrio y después tuvo un puesto de frutas y verduras en el Mercado Municipal. Lo de los yuyos lo “heredó” de su suegro, Nicolás Reyes, quien durante años vendió sus productos en la esquina de las calles Asamblea y 25 de Mayo, frente a la plaza de los 33 Orientales. “Después que falleció me gustó para seguir la huella”, dice sonriendo, al tiempo que confiesa que “de joven ni sabía que existían los yuyos”.
Así fue que con 40 años de edad este hincha de Cerro de Montevideo y Nacional de San José se comenzó a dedicar de lleno al estudio, recolección, acondicionamiento y venta de hierbas medicinales. “Cuando trabajaba de lleno en esto tenía hasta 60 yuyos”, dice abriendo grandes los ojos.
Las ventas las hacía en su puesto del Mercado Municipal de San José y afuera del Banco de Previsión Social en Montevideo. A la capital viajaba en ómnibus de CITA, donde lo conocían como “el yuyero” por el intenso olor a marcela que siempre llevaba impregnado en su cuerpo. Con respecto a esta hierba, una de las más vendidas, Urso suele decir que “-la marcela- es como el pan en el almacén, nunca puede faltar”.
De aquel tiempo recuerda que un día se le acercó un médico capitalino y le preguntó en tono imperativo: “¿y usted cómo sabe que sus yuyos hacen efecto?”, a lo que Urso respondió: “Antes de haber los remedios suyos, ¿qué había años atrás, con qué se curaba la gente?”. El galeno metió sus manos en los bolsillos de la túnica, no dijo nada, dio media vuelta y se fue.
“Un 95% de los remedios son hechos con yuyos. ¿Sabés con qué se hace la Aspirina? Con sauce llorón, y nosotros lo tenemos en el fondo de casa. Hay remedios químicos, pero la mayoría son a base de yuyos”, remarca.
En el Mercado Municipal tenía un puesto de frutas y verduras que atendía diariamente; los sábados, que era el día de la feria, llegaba a las 4:15 de la madrugada. Durante años llegó caminando. El recorrido: calle San Vicente, 18 de julio hacia el este hasta la plaza de los 33 Orientales, la cruzaba por el medio hasta llegar a la peatonal Paseo de los Constituyentes (Asamblea) y de ahí hasta el Mercado Municipal. Todos los días así hasta el año 2016 que las piernas empezaron a no responderle y el corazón evidenció sus primeras complicaciones. Desde ese entonces fue y vino en taxi o en el auto de Pablo Chalela, un compañero del mercado. En los primeros meses del año 2019 Urso dejó su puesto y en la actualidad concurre sólo los sábados de mañana para abastecer con los yuyos que le van quedando a otros vendedores.
Le consultamos por cuál es la situación actual en cuanto a ventas; responde que está “muy difícil, se vende menos, pero no porque los yuyos pierdan sus efectos en las enfermedades, sino por comodidad, la pastilla, el remedio, el líquido, es más cómodo para la gente. Vas a la farmacia y pedís tilo y te responden: `no, no tengo tile, pero tengo esta pastillita…”.
Al ser consultado sobre la venta y consumo de marihuana dice que no la conoce ni sabe qué efectos tiene. “Tiene comentarios de todo tipo, que es medicinal, que no es, ahora, sabiéndola usar…”, hace una pausa y prosigue con una comparación: “el mburucuyá es para usarlo casi con indicaciones, porque lo principal para que haga un efecto fuerte tiene que ser la flor, después que hervís la hoja con los cabitos y eso ya no es lo mismo”.
Le preguntamos si considera importante que los niños conozcan los beneficios de las plantas, él responde con una exclamación: “¡Si será importante! Pero casi no se lleva a cabo”, y continúa: “eso fue en la época nuestra, yo que viví en la campaña sabía para qué estaba la planta de cedrón en el jardín, porqué dejaban la malva y el marrubio, sabíamos, ahora la campaña está perdiendo la gente, cuanto más las costumbres”.
Urso es poco optimista en cuanto al cambio de mentalidad para frenar la contaminación que actualmente satura al planeta. “No creo que la puedan parar. La mayor contaminación está en autos, camiones, caños de escape y de eso hay cada vez más”, expresa.
Cerrando la entrevista hace referencia a los agrotóxicos, a los que considera “el enemigo número uno de los yuyos”, y termina con una pregunta que nos pone a reflexionar sobre qué rol jugamos cada uno de nosotros para que ese cambio sea real.
“Hay que parar un poco con los matayuyos que es lo que está contaminando tremendo, echan hasta debajo de los alambres y queda muy poco, se nota en la marcela, antes estaba todo el país prácticamente tapado en marcela y hoy en día sólo queda en alguna vía o zona de piedras. El matayuyo es el enemigo número uno, en los fondos del pueblo no se puede echar, pero vamos al matayuyo que es más rápido y ahí contaminas, pero, ¿quién agarra la azada hoy en día?”, remata don Urso. / Por César Reyes
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