¿Cómo es ser delivery en San José de Mayo? Pablo Zerpa, Francisco Pérez y Gonzalo Tolesano hablaron con San José Ahora de cómo son los días en su oficio, la cultura de la propina entre los maragatos y el temor que desde hace un tiempo enfrentan cada noche ante algunos llamados.
Pablo tiene 29 años y trabaja toda la semana repartiendo los pedidos de un local de comidas. Francisco tiene 39 años, también es repartidor pero solo los fines de semana, aunque hubo un tiempo que esta fue su actividad principal para generar ingresos. Gonzalo tiene 33 años, y a diferencia de sus dos colegas trabaja como “colaborador” para una aplicación móvil que desde hace poco tiempo comenzó a operar en suelo josefino. Los dos primeros hacen sus recorridos y entregas en moto, el último de los mencionados trabaja con su bicicleta. Los tres tienen algo en común: son delivery por necesidad, no por opción.
Pablo hace seis años que trabaja como repartidor a domicilio, actividad que complementa con labores de albañilería porque “no le da” para cubrir sus gastos y obligaciones. Francisco, que ya cuenta con 15 años de experiencia en el rubro, trabaja los fines de semana también para tener otra entrada económica, aunque reconoce que en otros momentos de su vida constituyó su único ingreso. Gonzalo comenzó a repartir a domicilio mediante una aplicación móvil hace pocos meses, antes era repartidor de diarios, labor que cumplió durante tres años aproximadamente.
Coinciden en que la mejor época del año para trabajar es el verano. No tener que soportar sobre sus motos o bicicletas las inclemencias del tiempo es un alivio que no ocultan. Pero lo que prefieren ellos es todo lo contrario al comportamiento del consumidor, ya que en la época del año que más pedidos se registran es durante los meses más fríos, principalmente entre jueves y sábado, incrementándose en las noches de lluvia. Las vísperas de feriados también suelen ser de horas “moviditas”.
En San José de Mayo hay decenas de delivery. La jornada laboral de algunos supera fácilmente las diez horas. Muchos de ellos deben poner a disposición su vehículo para trabajar y en caso de rotura correr con los gastos de la reparación.
- Solidarios y preocupados por la inseguridad
Al hablar del relacionamiento entre los delivery, quienes pueden llegar a cruzarse varias veces en el transcurso de un día de trabajo, Francisco responde: “Trato de ser solidario. He ayudado a un montón de gurises, trato de enseñarles. Esto no tiene misterio, si sos bueno a la corta o a la larga eso trae sus frutos. Así caminás en todos lados”. Gonzalo asegura que en su caso “hay solidaridad”, aunque aclara que la aplicación para la que trabaja como “colaborador” es relativamente nueva y que por el momento en San José de Mayo son solo cuatro personas trabajando con ese sistema. Pablo es más tajante: “Nos tenemos que ayudar uno al otro y más como está la calle hoy en día”.
Si bien ninguno de los tres ha sido víctima de un hecho delictivo, reconocen estar “muy preocupados” por la inseguridad.
“La noche está picante, picante”, grafica Francisco, algo con lo que coinciden sus colegas. Pablo agrega que “la noche es complicada, pero surge en el correr del día también, no hay seguridad para nada”. Gonzalo considera que “de noche hay más riesgo, también veo que hay zonas con nada de iluminación, calles en mal estado y perros sueltos que te salen al cruce”.
“Yo le pondría una camarita a la moto. Tanto mis colegas como yo somos unos guerreros del asfalto, nos estamos jugando la vida con plata que no es nuestra y nos lastiman por plata que no es nuestra”, manifiesta Francisco, quien considera “que debería haber más presencia policial o de autoridad para que se corte de una vez por todas”. Gonzalo agrega resignado: “en el turno de la noche hay zonas a la que no voy”.
- Propinas
Casi se podría decir que un sinónimo de delivery es “propina”. Pero, ¿cómo somos los maragatos en ese aspecto?
“La gente más humilde es la que deja, aunque parezca extraño”, cuenta Gonzalo. Pablo considera que las mejores propinas las recibe en los hogares de los barrios más periféricos de la ciudad. “Hay algunos que aún no la dejan, pero eso se hace según cómo sea uno con la gente”, dice.
En este aspecto Francisco define dos perfiles de clientes que dejan propinas aceptables, “el que tiene mucho dinero o el que es trabajador y sabe que estás haciendo un sacrificio, ese que tiene un allegado, familiar o vecino que trabaja en esto es más propenso a dar propina”. Para él podría considerarse una propina aceptable desde los 20 pesos.
- ¿Se valora el trabajo del delivery?
Para Gonzalo “en general sí”, aunque aclara que “es relativo y depende mucho de la persona, hay quienes valoran más y otras no tanto”. Francisco y Pablo no coinciden, para ellos su actividad no es valorada como se debería.
“No se valora, hay sueldos que rayan la miseria. Vos ponés tu moto y encima te pagan un sueldo de miseria. Estamos desamparados, muchos están en negro, no se paga lo que se tendría que pagar, pero hay que jugar con esas reglas porque como saben que hay escases de trabajo, si te vas vos y te revelas pelando por tus derechos levantás una piedra y hay cinco con moto”, expresa “el Chanchi” como también le dicen a Francisco.
Pablo por su parte expresa que “como repartidores nos tenemos que bancar muchas cosas en la calle. Gente enojada, peligras que te lastimen para robarte, alguno que ande bobeando en las calles. Eso no se valora. Los días de lluvia son mortales para uno y la gente poco entiende eso”.
Para cerrar, más que propinas, Francisco pide “respeto y empatía, una palabra que está muy de moda hoy, pero que pocos aplican”.
Por César Reyes / Fotos: José Gutiérrez
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