El silencio del «quinielero», la sociedad, el fútbol, su familia, y cómo ha sido su vida son sólo algunos de los temas abordados con Mauricio Rodríguez, uno de los personajes más característicos del centro de San José de Mayo.
No importa la época del año, todos los días, desde temprano en la mañana y hasta las 17:30 horas se lo puede ver en la esquina de las calles 18 de julio y Treinta y Tres, en el corazón de San José de Mayo. Por lo general vestido de jean, buzo deportivo, una boina negra y lentes de sol con marco naranja fluorescente, que se hace notar casi tanto como la personalidad de quien los usa.
Arma una especie de fuerte ambulante, atrincherado del lado de afuera del ventanal que da a calle 18 de julio perteneciente a un local de comidas; ahí se rodea de diarios, revistas y, como un tesoro, siempre a su alcance y bajo la custodia de su mirada y la de sus files habitués, el aparato de la Dirección Nacional de Loterías desde donde diariamente salen decenas de papeletas con jugadas de Quiniela, Tómbola y 5 de Oro, que más que números salen cargadas con la ilusión de quienes apuestan.
Pero para conocer más sobre la historia de Mauricio Ruben Rodríguez Reyes, “el Gordo Mauro”, no tenemos que empezar por ese punto céntrico de la ciudad, sino que debemos trasladarnos al lugar donde vivió más de 20 años, “el hermoso barrio Plaza Arriaga”, como él mismo lo define.
- Familia humilde y laburadora
Mauricio nació el 8 de enero de 1972, hace ya 46 años, en el seno de una familia “humilde y laburadora, pero muy unida y con muy buena relación”, cuyo domicilio se encontraba en calle Bentancur N° 927.
A medida que la charla transcurre y gana dinamismo con el pasar de los minutos, parece que la mirada de Mauricio ya no se enfoca en el exterior y poco a poco empieza a ver para sus adentros, a recordar sus afectos, en ese marco nos cuenta que siente “mucho respeto y admiración” por doña Cristina, su madre, quien actualmente reside en calle Oribe; al hablar de don Ruben, su padre ya fallecido, la emoción es evidente y se denota en el tono de su voz, en tal sentido dice: “mi viejo era un pan, malo para él, pero era un fenómeno”.
Es el segundo de cinco hermanos, la mayor es Virginia y los tres menores Alfonzo, Manuela y Graciela, a los que se les suma Gonzalo, un medio hermano por parte de padre.
Aclara que a sus abuelos “los disfrutó muy poco”, mientras que de sus abuelas Luisa y Mirtha tiene más recuerdos: “fueron dos grandes, yo las aprecié mucho…eran unas cocineras de novela, de las que ya no vienen”.
Por unos instantes “el Gordo Mauro” –como todos lo conocen- “se cuelga” en la conversación y en la memoria vuelve a ponerse la túnica y la moña para correr con el recuerdo por el viejo patio de la escuela N° 52, de la que dice estar «muy agradecido» por la educación que le brindó, inmediatamente y como si de una lección moral se tratara, comienza a mencionar a cada una de sus “espectaculares” maestras, con las que aun hoy como con varios de sus ex compañeros mantiene una buena relación.
En la casa paterna vivió hasta los 25 años de edad, pasando luego del Arriaga al barrio Cementerio.
Desde hace ya varios años se encuentra en concubinato con Yaneth, a quien define como “una compañera que aguanta camiones», a la que quiere y respeta mucho.
La llegada de un apostador interrumpe nuestra charla de manera momentánea…
- Trabajos anteriores
La primera incursión de Mauricio en el mundo laboral fue cuando apenas tenía ocho años de edad, colaborando con su padre, que por aquel entonces también poseía un reparto de diarios y revistas. Aquellos productos eran comercializados en la esquina de 18 de julio y Artigas, a escasos metros de donde nos recibe al momento de realizar esta nota.
Señala con nostalgia que la venta de los domingos era “muy jugosa”, pero con el devenir de los formatos digitales eso cambió considerablemente, y si bien antes se vendían de 400 a 500 ejemplares por jornada, en la actualidad no se superan los 100. “Levanta cuando viene algún producto, antes vendía 30 Escolar (suplemento dirigido a los niños) al día, ahora solo dos o tres”, dice con cierto pesar.
A finales de 1985 comenzó “a dar una mano” en el bar de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU), ubicado en calle 25 de Mayo N° 633, que era atendido por su tío “Pechelo”, quien sufría de diabetes, enfermedad que lo limitaba a realizar algunas tareas. Fue ese familiar quien le dejó su libreta de Quinielas, las que levantó hasta el año 1998. En 1999 Mauricio se trasladó a Libertad donde trabajó como mozo en el bar de Omar Otegui que se encontraba frente al cine de aquella ciudad. Tiempo después retornaría a San José de Mayo.
En el año 2002 se vio afectado por la crisis económica registrada en el país, debiendo recurrir junto a su pareja al trabajo en las quintas y al trueque como modo de subsistencia.
- La esquina
El 7 de julio de 1989 “el gordo Mauro” llegó a establecerse con su puesto a la esquina formada por las calles 18 de julio y Treinta y Tres; desde aquel día ya pasaron 29 años cargados de alegrías, frustraciones, esperanza y camaradería con los integrantes de “la barra” que todos los días llegan hasta ese punto de la ciudad para charlar de fútbol, política o lo que sea, siempre en un marco de respeto, algo que el anfitrión destaca de manera permanente y que se percibe estando solo algunos minutos escuchando y observando lo que allí sucede.
La rutina diaria es la misma: a las 7 de la mañana Mauricio ya está levantado, lleva a sus sobrinos a la escuela, recoge los diarios en “lo de Florio”, después de eso pasa por la Banca a levantar la recaudación y a las 9 ya está en “su” esquina armando todo. Ahí permanecerá hasta las 17:30 horas de lunes a viernes, de 9 a 12:30 si es sábado y de 11 a 12:30 si es domingo, jornada en la que el 5 de Oro se lleva toda la atención.
“Disfruto mucho lo que hago, por eso estoy acá, esta esquina es parte de mí, gracias a ella me doy mis lujitos”, dice con tono humilde el trabajador que además señala: “tenemos nuestro autito, vamos al día a día con las cuentas, eso lo genera esta esquina sumado a lo de mi compañera que es municipal”.
- ¿Por qué apuesta la gente?
“Todos jugamos con la ilusión de ganar un premio importante y no es descabellado que alguien juegue para salvarse económicamente. No creo que alguien se juegue la leche de sus hijos”, responde Mauricio, agregando que “el juego más tradicional entre los maragatos es la Quiniela, pero si el pozo del 5 de Oro es bueno las apuestas se incrementan considerablemente”.
El 16 de e enero de 2011 “el Gordo Mauro” vendió el 5 de Oro y en otras dos ocasiones los pozos millonarios de La Raspadita.
Ante la pregunta de si alguien ha “comprado” su silencio Mauro es enfático en decir que no, aunque reconoce: “me he visto recompensado con buenas propinas por mantener el silencio, pero es lo mismo con el que me da 5 pesos con el que me da 10 mil dólares, acá yo juego callado, en mi caso, de haber acierto, se enteran solo el quinielero y el apostador”, y prosigue: “cuando el apostador pierde nadie le devuelve el dinero, cuando gana nadie tiene por qué enterarse, para mí es fundamental la confianza del cliente, potencias la clientela, por eso es fundamental el secreto”.
- ¿El quinielero apuesta?
Mauricio dice que él lo hace esporádicamente. Su número favorito es el 116, al que le jugaba diariamente en el sorteo nocturno de la Quiniela, hasta que un día la combinación salió pero en la vespertina, lo que motivó que su frecuencia de apuestas disminuyera: “al haber dos quinielas abandoné, porque sino trabajás para jugar”.
Lo que sí hace es apostar al 5 de Oro desde aquella vez que lo vendió, a la Tómbola casi no juega porque en realidad su verdadera pasión, la que descubrió con tan solo 8 años, la misma edad con la que se inició en el mundo laboral, son los caballos. En tal sentido indica que llegó a ser propietario y co-propietario de caballos de carrera y es allí, en los hipódromos, donde más apuesta. Tal es su pasión y conocimiento que ha colaborado con varios programas deportivos en emisoras de San José como de departamentos vecinos.
- Cábalas
Los sueños, fechas de cumpleaños o de hechos históricos y ser fieles a un mismo número, suelen ser las cábalas más recurrentes entre los maragatos, aunque también hay otros que perciben un posible número ganador en situaciones tan variadas y dantescas como en la tapa de un nicho al asistir a un sepelio o el de la matrícula de algún vehículo accidentado. Con estos últimos Mauricio no coincide, pero, una vez más en el marco de la entrevista, enfatiza que, pese a eso, “hay que respetar”.
- La sociedad
La esquina de 18 de Julio y Treinta y Tres es un punto privilegiado para contemplar las situaciones cotidianas que se dan en el centro de la capital josefina y, principalmente, en la plaza de los 33 Orientales, donde en los últimos tiempos se han registrado algunas escenas que han generado molestia y preocupación entre varios habitantes de la ciudad.
Consultado al respecto Mauricio manifiesta: “Hace 29 años y tres meses que estoy frente a la plaza. No es la plaza ni la zona, es la sociedad, ella misma tiene que replantearse algunas cosas y ponerlas en su lugar, depende de nosotros mismos, no hay que echarle la culpa al de al lado, si todos caminamos por el lugar correcto en forma recta se puede salir adelante”. En tal sentido Mauro dice tener mucha fe en que “esto que pasamos ahora –por los casos de inseguridad- solo haya sido algo de un rato”, y remata: “está en nosotros demostrar que somos gente civilizada”.
- Hablemos de fútbol
“Tengo la dicha de recibir mucha gente, lo que más se habla es de fútbol y lo bueno es que vienen de todos los clubes, acá, en esta esquina, se habla de todos los clubes”, reafirma Mauricio, al tiempo que confiesa que si bien cuando jugó lo hizo en Tito Borjas, es “hincha de Universal desde que tengo uso de razón”, amor que le inculcó su tío Washington “La Chancha” Reyes. “Gracias a la institución albiverde mi vieja tiene casa”, dice con firmeza y agradecimiento.
Tiempo atrás Mauro también se desempeñó como árbitro de baby fútbol al tiempo que era ayudante de campo de Sergio Licio en Universal, lo que fue mal visto por “una institución” a la cual prefiere no mencionar, pero sí recuerda con pesar que esas acciones lo hicieron “retirar casi definitivamente de ese hermoso deporte”, según sus propias palabras.
“El fútbol es un lindo deporte, pero veo cosas, escucho comentarios que se cristalizan en la realidad y no me siento cómodo en ese ambiente, por eso en los últimos 20 años si he visto seis partidos es mucho”, manifiesta mientras acomoda unos diarios.
- El Gordo Mauro en todos lados
Ya habiendo anunciado el final de la entrevista nos despide con una frase que lo resume como persona: “Yo soy el Gordo Mauro en la esquina de casa, en la Plaza 33, en Las Piedras o en Libertad, tengo la dicha de ser muy conocido, pero por sobre todas las cosas soy auténtico”, lo que reafirma separando en sílabas: “¡AU – TEN – TI – CO!”.
Para cerrar y después de varios minutos de conversación durante los cuales nos brindó varios detalles de su vida, Mauricio hace lo que muchos para redondear una charla, cita una frase, pero en su caso no es de ningún filósofo o de alguna persona reconocida a nivel mundial, él se remite a la expresión de Bernardo Ferrari, un amigo suyo que siempre le decía y él ahora repite cada vez que tiene la oportunidad: «Que la cuenten como quieran», tras decirla vuelve a agarrar la maquinita de la Dirección Nacional de Loterías y Quinielas y comienza a hacer una nueva apuesta, quizá, después del próximo sorteo, alguno de “los de siempre” pase, de la noche a la mañana a ser un nuevo millonario, pero si así no sucediera ahí estará Mauro con su presencia, como hace ya casi 30 años, renovando la esperanza de los jugadores en cada nuevo amanecer.
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*Fotos: José Gutiérrez