Tras 32 años de actividad ininterrumpida, Ulises Reyes dejó de atender el clásico almacén ubicado en la esquina de Batlle y Ordóñez y Espínola.
Este miércoles 27 de marzo el popular “Negro” cerró las puertas de su almacén por última vez registrándose una emotiva escena cargada de emoción. Richard Ferrada, vecino y amigo del comerciante realizó describió el palabras todo lo que significó para la zona este querido personaje.
´´El Almacén del Negro´´: nostalgia de un clásico de 32 años
En tiempos donde la modernidad impone en ciudades o pueblos de cualquier tamaño, los Autoservís o grandes superficies de cadenas de renombre, aquí, en pleno centro de la ciudad de San José de Mayo, a dos cuadras de la Plaza 33, enclavado en la emblemática esquina de Batlle y Ordóñez y Espínola, justo frente a la parada de ómnibus y como resistiéndose al olvido, está «El Almacén del Negro».
En pocos metros cuadrados, casi con estatus de institución o como un “club de barrio revalorizando lo social”, funciona el almacén del Negro. Resulta ser por excelencia el lugar de compras preferido por el vecindario y hasta la excusa perfecta para el encuentro casual y de paso el poder charlar a gusto. Contrario a su color de piel y despojado de prejuicio alguno su titular, prefiere que lo llamen, como desde joven, simplemente Negro.
La cotidianidad del tan jovial como hábil comerciante se inicia poco antes de las siete de la mañana para poder escuchar primero, las necrológicas de “la 41”, donde ocasionalmente además de lamentar la pérdida de alguno de los tantos conocidos, mide también el ranking de las funerarias, para después sí, entregarse al disfrute esperado de sentarse en la vereda con su banco de gruesa y atornillada madera, que le fue preparado especialmente para sus dimensiones.
En ese momento se inicia la rueda de mate con los habitués de siempre…un momento ideal para comentar antes de que lleguen los primeros clientes los temas de interés general, que pueden abarcar desde el acontecer social, político, deportivo, realidad internacional, policial o si el caso lo amerita, hasta de alguna persona en particular… Este momento y casi como ritual se da combinado con los constantes saludos de manos o bocinas de los transeúntes, pasajeros, guardas y choferes de los ómnibus y vehículos en general que por allí pasan. Este recreíto tempranero aveces se interrumpe, y esto, hasta lo incomoda un poco al Negro, sobre todo, si llega el panadero, el verdulero, la Conaprole o hasta el mismo camión de Echedo con su propio pedido; “Tendría que venir un poco antes” rezonga…
El almacén del Negro se parece a los de campaña, tiene de todo, desde aujas, hilo de coser, bombillas, pomada, analgésicos o alfileres, además de los artículos más comunes despachados en balanza como fideos, condimentos, frutas, verduras o fiambres. Punto de ocasional encuentro y propicio para charlas sin apuro, de lo caro que esta todo, el tiempo, los dolores, la presión, los análisis, lo loco del tránsito, los accidentes y aveces hasta temas filosóficos o la vida misma.
Como nota pintoresca y casi normal allí, es ver las clásicas libretas del fiado -tema que el Negro aveces prefiere no pensar- o los bolsos chismosos o botellas para llevar el vino y hasta hace poco tiempo la medida de flit. Lapicera en la oreja como fundamental herramienta, el Negro, dispensa con clara vocación de servicio y sin ningún cargo, la custodia de llaves, exhibidas para no perderlas en los clavos incrustados en los curados estantes de madera de pino hechos por él mismo cuando abrió, llaves, pertenecientes a diferentes casas del vecindario, que permanecen hasta que las reclama otro integrante de la familia en otro horario.
El Negro, conocido por su coloquial estilo y buena onda, cuando le preguntan cómo anda, él contesta con tono enfático y vivaz, que está como lo que vende, «de diez»… gesto que devuelve llamándolos por su nombre y ajustando sus palabras según la cara o estado de ánimo que refleja cada cliente ese día, a los que además de preguntarles por la salud de un familiar, amigo o conocido, sin querer les consulta con tono suspicaz, si es el caso, cómo va su cuadrito…
Al almacén del Negro llegaba, entre otros, el Emilio, para hacer su recarga de la botellita de vino tinto, hasta hoy el mismo Darwin para cambiar la yerba o pedir agua caliente al tiempo que con preocupación cuenta que volvió a perder la radio, esto, sin contar los que de paso y en la mala, consultan por algún recorte de fiambre o alguna frutita pasada cuando no es un vaso de agua.
Se llama Ulises Reyes, y en febrero cumplió los 68 años, oriundo de Juan Soler, es esposo de Teresa y “suegro de Nene”. A pesar de estar en zona de influencia del Atlético Río Negro, se confiesa como pasional de River y aunque no lo parezca también, aficionado a los pingos. Dueño de una memoria prodiga, este querido y singular referente desembarcó en el lugar hace 32 años, un 2 de marzo allá por el 1992, cuando Maxi y Pablo, sus hijos recién empezaban la escuela.
Doña Alicia como Rene, testigos de sus inicios, dicen con cierto desgano que ya no será lo mismo, afirmación que comparte Teresita, vecinas de pocos metros. Gimena, entre otras niñas, a la que sigue llamando Gimenita, ahora acaricia la tercera década; ya profesional, vive y trabaja en la capital del país. Al enterarse de que el Negro se jubilaba, el brillo de sus ojos la delataron… cómo no queriendo aceptar los ciclos de la vida, no pudo ocultar su dejo de nostalgia y tristeza al recordar sus zigzagueantes primeros pasos caminando hacia lo del Negro porque él premiaba su esfuerzo regalándole caramelos.
Parece que no, pero pasaron 32 años ininterrumpidos y aunque el comercio pasará a otras manos, este miércoles 27 de marzo, cuando el día se hizo noche el Negro cerró las puertas de su almacén por última vez, y con él, otra etapa de su vida. Él creyó que cerraba como siempre, pero no; lo que el vivaz almacenero nunca pensó y menos, imaginar, fue la programada despedida que a modo de turba le cayó de sorpresa con la intención de tributarle un sentido reconocimiento expresado en un cerrado aplauso, junto a palabras, caricias, besos, abrazos y hasta el rodar de alguna lagrima como muestra del cariño colectivo pusieron el broche de oro a su hombría de bien, dedicación y esfuerzo prestado durante todo este tiempo. ¡Hasta siempre Negro!
En momentos que la sociedad esta signada por una fuerte crisis de valores, por suerte siguen quedando en el interior del país, como aquí en San José, testimonios de vida como los de Don Ulises Reyes (el Negro), que desde la actitud mostrada a diario en su comercio, hacen reflexionar sobre la importancia de la empatía con el otro, la educación y prácticas de valores como fomento a los pilares fundamentales de una sociedad en desarrollo, prácticas de educación que comienzan en la casa y que la continua el Estado, para así poder formar mejores personas y ejemplares ciudadanos y algún día decir con orgullo que el Uruguay que algún día fuimos, retomó su senda. / Por: Richard Ferrada para San José Ahora