Sinceramente nunca fui muy de creer en lo que me contaban de niña, es decir, en leyendas, relatos fantásticos, sucesos paranormales; hasta que me tocó vivir uno de forma muy cercana…
Cualquiera puede asegurar que existen enormes diferencias entre los mitos urbanos lejanos, esos que vienen de otras culturas desconocidas, y las historias perturbadoras que nos enteramos gracias a chusmeríos de la vecindad, historias que ocurrieron en lugares que visitamos seguido o a diario, sin darnos cuenta de que en cualquier momento algo mínimo como un simple aire curioso puede llevarnos a un cambio extremadamente radical de conciencia. Me sentí tan petrificada con esta leyenda que hasta el día de hoy, al contarla, se me ponen los pelos de punta, y vuelvo a estar allí, detrás del tablado, hecha bolita y sin poder moverme. He aquí el mismísimo relato.
-Y en la categoría de murgas, tengo el honor de presentar ante ustedes a la tres veces ganadora del concurso departamental, ¡Dos de Trompo!- exclamó el viejo Pepe, presentador y murguista eterno, muy amado por todos.
Los espectadores podrían jurar que el fuertísimo ruido de los aplausos aturdió hasta al más mínimo ser vivo allí presente; nunca se había escuchado tanto ruidaje en el tablado de la parquización, así llamado por los lugareños.
Esta murga de la que se habla no era una cualquiera. Desde la forma en la que subían al escenario, hasta los movimientos específicos de cada uno de los integrantes, todo era misteriosamente inusual y en opinión de los jueces, extranjero, lo que atraía mucho la atención del público. Llegaban a la gente de manera extraordinaria, como si los movilizaran a través de algo más fuerte que ellos mismos, mucho más fuerte. Parecían tener cada milímetro del escenario estudiado. Pero dejando de lado increíble que eran los espectáculos en general, lo más inusual siempre fue el director, una figura sombría a la que solo se le veía la boca.
En escena aparentaba un aire enigmático y a la vez simpático, razón por la cual era tan querido. Los fanáticos resaltaban el hecho de que nunca tocó, en ningún carnaval de los que se presentó, un solo micrófono. Jamás nadie lo había escuchado hablar, ni sus propios compañeros se acordaban de su voz. Es cierto que al convertirse en murguista, detrás del traje y el maquillaje, se suele perder el control de las emociones al pasar de ser una persona como otras a un personaje ficticio creado por el público. Esta sensación suele ser muchas veces confundida, especialmente por los novatos curiosos como Rodri, un joven que soñaba con algún día ser un director de murgas como aquel personaje de extraño carácter.
-Eu, abu, cómo hará este tipo para ser tan indescifrable- le comentó el chico a su abuelo Pepe, el presentador, luego de finalizada la función.
-Los secretos de cada conjunto solo los saben los mismos miembros- respondió sin dejar de aplaudir.
-No hablo del grupo en sí, abu, hablo de la figura que baila delante de estos, que parece no pertenecer al espectáculo en conjunto, sino que aparenta hacer el suyo propio. He presenciado las presentaciones de absolutamente todas las murgas habidas y por haber, y ninguna figura se ve tan resaltante como este señor oculto.
-No veo nada malo en eso, pequeño. Si tanto has averiguado sabrás que es la tercera vez consecutiva que salen primeros en el concurso. Yo personalmente creo que este hombre los beneficia de manera impresionante.
-He intentado comunicarme con el letrista y los músicos en varias ocasiones, pero desaparecen apenas finalizada la bajada ¿no resulta algo extraño?
-¿Qué decías, hijo? Estoy concentrado en lo que viene, espero sepas disculparme.
-Nada importante, tonterías mías- respondió revoleando los ojos un poco enojado por la falta de atención de su abuelo.
El enojo se le pasó rápido. Tenía claro que no le podía pedir mucho a Pepe, ya que este se encontraba en una situación mental difícil de sobrellevar, sumándole lo embobecido que se mostró siempre ante esta peculiar murga.
Otro hecho recóndito para Rodrigo aunque invisible para los demás era que al terminar la retirada, se esfumaban efímeramente sin dejar rastro ninguno, sin saludar a su gente ni regalar una sola sonrisa a la muchedumbre de carnavaleros locos en su época de mayor auge. El camión blanco de ruedas enormes, con el logo del conjunto pintado en negro sobre un fondo multicolor, era la imagen más cercana que alguien pudo tener de estos artistas fuera de la ficción en la que los veían sus observadores.
Así pasaron varios carnavales, veranos muy calurosos en los que lo único que rondaba por la cabeza del chico era la impenetrable figura que se aparecía cuarenta y cinco minutos cada febrero por su barrio, haciéndole despertar hasta la última gota de intriga dentro de su cuerpo flacuchento, poniendo sus manos aún más sudorosas de lo normal y transformándolo en una bestia capaz de devorar el más diminuto dato que se pudiera saber de su objetivo. En resumen, volviéndolo loco.
-No aguanto más,- se dijo a sí mismo una noche antes del concurso anual -no es justo evadir mis pensamientos, mi enfermedad empeora y yo me quedo parado y sin hacer nada.
Alguien que se considera enfermo sin estar recetado, efectivamente lo está. Y este era su caso, quien con los años se veía cada vez más afectado por alguien totalmente externo a él.
Pasó otra noche sin poder dormir, ya era la quinta vez en la semana que se veía obligado a “automedicarse” para al menos intentar despejarse de sus paranoicas teorías y necesidades de saber.
Cabe agregar que su deseo de ser director nunca se salió de rumbo, solo que en los veranos solían haber un par de distracciones capaces de evadirle su sueño, que por momentos parecía ser frustrante.
-Después de cinco años de análisis sin éxito, creo que ha llegado la hora de hacer algo que podría resultar un tanto fuera de lugar, pero bueno, ¡es mi necesitad! –se dijo, ya no tenía ni con quién hablar.
Las campanas indicaban las diez de la noche y el tablado ya estaba repleto de ansiosos espectadores. Entre ellos y medio escondido estaba el joven curioso, esperando el comienzo de la actuación.
Los presentaron, como de costumbre, se escucharon los mil aplausos y gritos de euforia, llenos de entusiasmo por ver qué idea aplicarían este año en sus letras.
*Autor: Avril Aldaz | Proyecto “Cuentos y leyendas de San José y sus alrededores”, llevado a cabo por alumnos de Primero de Bachillerato, IPREU-SAFA2019.
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