El amanecer de este domingo 17 de abril de 2016 fue de los más tristes que me ha tocado vivir. Los motivos: un temporal destructor que como nunca azotó a mi país natal, Uruguay, y dejó la mayor inundación de la historia en San José de Mayo, la tierra que me vio nacer y crecer.
Para colmo y como cosa de “Mandinga”, a eso se le sumó un terremoto devastador en Ecuador, el más fuerte de las últimas décadas que afectó a la tierra que me cobija desde hace tres años y donde al igual que yo vive gente a la que quiero un montón.
A esta hora de domingo yo debería estar compartiendo un relato en la sección “Lectura” de la web noticiosa sanjoseahora.com.uy de Uruguay.
Es más, ya tenía “gatillado” un cuento que quizá, si se cumplían mis expectativas, te causaría un poco de gracia y tal vez hasta te emocionaba un poco.
Justo para hoy había decidido compartir un cuento que no “diera miedo” y confieso que hasta tenía cierto temor de que vos como lector te sintieras defraudado. Pero con lo que te conté de entrada, para qué querés leer algo que te de miedo, si el solo hecho de prender la radio, tele o meterte a navegar por Internet ya te hace temblar las patas…