La noche de enero que “El Pato” y “El Negro” decidieron ir a cazar a los campos de Chamizo, en el sur de Uruguay, estaba nublada y los relámpagos en el horizonte eran presagio de tormenta segura. Hacía tiempo que venían planificando la salida y ese sábado se les había dado.
Los trabajos con horarios diferentes y los compromisos particulares habían retrasado la jornada de caza más de lo deseado.
Finalmente dos días antes de esa noche ellos, el Pato y El Negro, acodados en la barra del bar de su barrio hicieron cuadrar todo para por fin poder salir en busca de algunas liebres como presas. Ya hasta habían planificado donde y como las prepararían.
A las siete y media de la tarde, después de un día de calor tedioso, prendieron el *carrito (*trailercito) a la moto Yamaha del Negro. Adentro pusieron las dos escopetas, dos faros, una mochila con un par de refuerzos de mortadela y una botella plástica de Coca-Cola con dos litros de vino tinto. Taparon todo con una lona verde y se aseguraron que no se viera nada. Si los llegaba a sorprender la policía se quedarían sin liebres, sin escopetas, sin moto ni carrito y ellos terminarían declarando ante la Justicia por estar practicando una actividad ilícita como lo es la caza en caminos públicos.