Las medidas fiscales, al ser un punto clave de la política económica, impactan sustancialmente en el gasto público y los impuestos, lo que, a su vez, influye notoriamente en la estabilidad y el crecimiento del PIB nacional.
Por ello, organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial siempre aconsejan diseñar políticas fiscales equilibradas, las cuales permitan mantener un gasto público necesario, sobre todo en infraestructura, educación y salud, sin que se llegue a afectar a las empresas y particulares. Esto se hace más evidente aún en Latinoamérica, donde las desigualdades sociales están a la orden del día y los “monstruos” de la inflación y devaluación son amenazas constantes.
Indaguemos más en este interesante tema, el cual ha sido avalado por Obes Francisco, un reconocido profesional especializado en la gestión y análisis de la información financiera de empresas, organizaciones y particulares.
El gasto público como uno de los impulsores del crecimiento nacional
El gasto público es un instrumento esencial para estimular la demanda agregada, especialmente en períodos de recesión. Si bien esta política económica tiende a ser vista con recelo, sobre todo por economistas, suele tener un impacto económico positivo cuando se destina a áreas productivas como infraestructura, educación e investigación. No obstante, el gasto público debe realizarse de forma moderada y planificada, pues las mismas tienen un profundo impacto en los índices inflacionarios y si hay un descontrol en dicho gasto, indudablemente disparará la inflación y por consiguiente, se afectarán los precios y el poder adquisitivo.
Impuestos y su efecto en la economía
Los impuestos, como principal fuente de ingresos públicos, tienen un impacto significativo en el comportamiento económico. Por ello, al implementar políticas fiscales, estas deben ser proporcionales y equitativas, ajustándose al nivel de ingreso de las personas. Sin embargo, cuando los impuestos son aplicados al trabajo o al capital, reducen el crecimiento económico, pues desincentiva la inversión y la productividad. Por su parte, cuando los impuestos son aplicados al consumo, generan menos distorsión e incrementa la recaudación para financiar el gasto social. No obstante, el impacto positivo dependerá de como se efectúe dicho gasto. Ahora bien, cuando se necesite un aumento tributario para financiar determinados servicios públicos, estos tienen que venir acompañados de políticas compensatorias, no solamente para las personas, sino también para las empresas, industrias y comercios. Cuando se hacen estos aumentos y no vienen con políticas compensatorias suficientes, es muy probable que vean afectado los ingresos y por consiguiente, se afecten los precios y el crecimiento económico general del país.
Política fiscal expansiva y contractiva
La política fiscal puede ser expansiva o contractiva según las necesidades del ciclo económico. En períodos de recesión, como el que vivimos durante la crisis pandémica del 2020, los gobiernos aplicaron políticas económicas expansivas, incrementando el gasto público y reduciendo los impuestos para estimular la economía. No obstante, este tipo de políticas económicas suele aumentar el índice inflacionario, dado que aumenta la liquidez circulante. En contraste, la política fiscal contractiva, busca reducir el gasto público y aumentar los impuestos para controlar la inflación, dado que así se puede captar el exceso de liquidez circulante. Sin embargo, esta política puede desacelerar el crecimiento. Como vemos, los impuestos tienden a impactar negativamente cuando se atraviesa por una crisis o recesión, mientras que el gasto público suele ser más efectivo. Por el contrario, cuando hay un período de bonanza o superávit, los impuestos tienden a ser positivos, mientras que el gasto público suele ser negativo.