Se trata de Andrés Barrera, experto en estructuras subterráneas.
Andrés Barrera hace 27 años que investiga el tema de las construcciones subterráneas. Años atrás realizó un cateo a nivel subterráneo y comprobó que debajo de una librería ubicada en inmediaciones de las calles Juan Carlos Gómez e Ituzaingó de Montevideo existían túneles; los encontró y en la actualidad los mismos se pueden recorrer.
Barrera contó a Canal 4 que “aparte de ser un aljibe, tiene hacia los laterales un sistema de galerías que no corresponderían a lo que son un depósito de agua”. El investigador dijo que estos pasadizos eran utilizados para comunicación, reuniones, almacenamiento de pertrechos de guerra o para escapar. Señaló que con el paso de los años pasaron a ser descontinuados y pasaron a ser pozos de cámaras sépticas. Barerra agregó que en la época de la dictadura se hizo un inventario de esas estructuras subterráneas y muchas se tapiaron.
- Coincidencias con San José de Mayo
Previo a encontrar los túneles en Montevideo, Andrés Barrera sufrió la falta de apoyo y las suspicacias de quienes negaban la existencia de esas estructuras. Algo muy similar a lo que desde hace décadas padecen los vecinos de San José de Mayo que han investigado sobre la temática.
San José Ahora contactó telefónicamente Barrera, quien expresó su voluntad de colaborar con el grupo de vecinos que se han autoconvocado para llegar a respuestas concretas sobre el asunto.
- Hallazgo en el Club Fraternidad
A finales de mayo e inicios de junio del año 2002 la comunidad josefina se vio convulsionada ante un hallazgo realizado en el Club Fraternidad, ubicado sobre calle 18 de julio a pocos metros de la Plaza de los Treinta y Tres Orientales. En aquel entonces el periodista Pablo Fernández, que participó activamente en la investigación, publicó en el diario Primera Hora: “Hallazgo: descubrieron un extraño salón bajo los cimientos del Club Fraternidad. Bajo la antigua edificación del Club Fraternidad se descubrió un extraño salón de grandes dimensiones y peculiares características”. El artículo proseguía en los siguientes términos: “El interés de Hugo Campiño, secundado por el presidente del Club, Gabriel Rodríguez, en romper el parte del piso, se fundamentó en relatos de viejos funcionarios de la institución, que aseguraban conocer recintos subterráneos, pero hace varios meses surgió un detalle que dio mayor impulso a la idea de ´buscar´. A principios de este año debió removerse para refacciones, un pequeño fragmento de piso del patio. Tras picar el hormigón, se descubrió una marca que llamó la atención y aumentó la curiosidad: bajo un fragmento de hormigón, se encontró la marca de una huella de zapato, en cuyo talón se había estampado una cruz. Para Campiño no hubo dudas en que esa era una señal que se relacionaba con los relatos. Incluso, previo a romper el lugar ´marcado´ se trató de recoger detalles concretos de las características de los salones bajo tierra que algunas personas aseguraban conocer. Los testimonios hablaban de dos salones bajo tierra, a los cuales se ingresaba donde actualmente están ubicados los baños de hombres, cruzando una amplia escalera con barandas hacia un salón circular y desde ese a otro, de forma rectangular, y que estaba parcialmente revestido de azulejos. Cuando se abrió sobre la ´huella´, se descubrió, a través de un pequeño orificio de 20 centímetros de diámetro que abajo había un sector amplio y que estaba totalmente lleno de agua”.
La crónica señala además que, imágenes capturadas por el equipo periodístico dejaban ver “un sector circular, lleno de agua y con abundantes desperdicios flotando. Inicialmente se pensó que se trataba de un aljibe, aunque no hay registros de su existencia y algunos recopiladores históricos niegan que haya existido uno. Día a día se siguió fotografiando a través del pequeño agujero y tras jornadas de abundantes lluvias, el nivel del agua comenzó a descender. Una semana más tarde quedó a flor de agua una pequeña oquedad, que terminó por descubrir una arcada. En ese momento se decidió agrandar el hueco para acceder al lugar. También se buscó colaboración y asesoramiento del destacamento de Bomberos, quienes procedieron a retirar el agua. La tarea demandó el trabajo durante varios días y con una bomba se extrajeron decenas de miles de litros de agua”.
Se describe también que “el salón tiene una forma circular, con el techo en bóveda, con paredes revocadas, y cuando el agua desalojó la arcada que está a unos tres metros bajo el nivel del piso, un amplio barandal precedió a una rústica escalera que desciende hasta los escombros y agua acumulados aún en el fondo. Por cuestiones de seguridad sólo un reducido grupo de personas han tenido acceso al recinto.” En otro pasaje del texto se indica que “el salón muestra un diámetro de cinco metros y una profundidad cercana a los seis. El orificio de acceso, al apreciarse desde el interior, muestra una estructura similar al brocal de un aljibe. Sin embargo, la presencia de la escalera que cruza el salón en forma oblicua descartó que se trate de un pozo de agua.”
- Daniel Ramela, el reconocido historiador maragato ya fallecido, primero negó la existencia de túneles en San José de Mayo, pero posteriormente mencionó uno y hasta dijo haber dialogado con la persona que hizo el hallazgo de manera accidental.
Un día después, en la edición del miércoles 5 de junio del año 2002, el diario Primera Hora volvía a abordar la temática de los “posibles túneles” de San José de Mayo. En esa oportunidad el periodista Pablo Fernández consultó al recopilador histórico local, Daniel Ramela, quien especuló con que el extraño salón fue construido hace 120 años aproximadamente. “Ramela atribuyó su existencia a dos motivos fundamentales, ambos con la intención de ´reuniones secretas´, fines revolucionarios o logias masónicas.” El recopilador histórico señaló en aquel entonces: “podría ser un refugio en la época de las revoluciones o para otras reuniones secretas como puede ser de los masones; porque el Club Fraternidad cuando se fundó, varios integrantes de la directiva de los primeros tiempos eran masones”. Ramela admitió que no existen registros históricos de la existencia de estas construcciones subterráneas, ni los tan mencionados túneles. Sin embargo, a pesar de no existir documentación, admitió conocer la existencia de un túnel que data de mediados del siglo XIX. “El único túnel del que tengo conocimiento, es uno que existía en calle Di Martino, entre Solís y Bengoa”. El historiador indicó que “ese túnel fue cavado por un revolucionario blanco, Juan María Alba”. Ese túnel que estaba construido debajo de una finca que databa del año 1816, donde vivía la familia Alba, quedó en el olvido hasta que casi un siglo y medio después, por accidente se descubrió. Ramela tuvo oportunidad de hablar con la persona que hizo el accidental hallazgo. “Me dijo que lo habían recorrido, tenía salida por la otra calle (Solís) hacía como un codo (…) tendría unos 70 u 80 metros de largo”. Concluyó que, en la época colonial y la posterior etapa independentista, “era muy común que se construyeran salidas subterráneas para escapar.”
En el artículo de Primera Hora se destaca que “Ramela, que siempre había sido cauteloso en brindar datos sobre estas construcciones, incluso en algún momento lo negó.
- Confitería París
Recordando el caso del Club Fraternidad, Hugo Campiño enfatizó “no tuvimos colaboración para retirar los escombros”. También agregó una anécdota, y fue que cuando llegaron integrantes de la Comisión Nacional de Patrimonio lo hicieron como para decirle que “no había nada de lo que estaba buscando”.
Paradójicamente la presidente de la mencionada comisión resultó ser hija del primer dueño de la emblemática Confitería París, que estaba ubicada en la intersección de las calles Asamblea y 25 de Mayo, pleno centro de San José de Mayo. Esta mujer le habría asegurado a Campiña que su padre había encontrado una especie de túnel bajo el local y que recorriéndolo halló diferentes objetos con valor histórico y ella había sido testigo.
- Margarita Patrón: “No hay registros históricos” de túneles en San José de Mayo
San José Ahora consultó telefónicamente a la reconocida profesora de Historia e investigadora local, Margarita Patrón, autora entre otras publicaciones del libro “San José Apuntes para una historia”.
Patrón indicó que en San José de Mayo hay grandes estructuras subterráneas como bóvedas, sótanos o cisternas de viviendas que pudieran estar conectadas unas a otras, pero descartó rotundamente que existan túneles en la ciudad.
Reflexionó que siendo una villa tan chica ¿para qué iban a tener túneles? Otro factor determinante –según la visión de Patrón- es que la capital josefina no es una ciudad portuaria, como lo son Montevideo o Buenos Aires, donde sí han sido descubiertos túneles, porque construirlos era algo común dada la cercanía con el mar.
Cuando se descubrió la estructura subterránea en el Club Fraternidad, la docente integraba la Comisión Departamental de Patrimonio, e informó al diario Primera Hora que respecto al tema “no hay registros históricos”. Al mismo tiempo aseguró que en caso de existir túneles o salones subterráneos, dataría de la época colonial, finales del siglo 18 o principios del 19, y aclaró que “el relato popular a veces tiene sus errores (…) muchas veces se repiten errores”.
- Para el profesor Pablo Rivero “es parte de los mitos urbanos”
Otra de las fuentes consultadas por San José Ahora fue el maestro Pablo Rivero, integrante del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay y ex director de la Casa de la Cultura de San José, que durante 10 años integró la Comisión de Patrimonio.
Para Rivero, la posible existencia de túneles o pasadizos subterráneos en San José de Mayo “es parte de los mitos urbanos”. Fundamentó su postura en que “para construir un túnel de 300 metros donde pudiera pasar una persona caminando se necesitaba un montón de esclavos y acá en la Banda Oriental no había tantos”.
El docente no comparte la hipótesis que indica que varias cisternas podrían estar conectadas entre sí. “Es difícil que las cisternas de una casa con otras estuvieran conectadas, porque eran un reservorio de agua y uno de los miedos era morir envenenado (…) se estaría perdiendo la seguridad que era una cosa importante en aquella época”.
- Bajó a un túnel y lo recorrió; el testimonio de Guillermo Blanco
Guillermo Blanco es un vecino de San José de Mayo, tiene 68 años de edad y asegura que cuando era adolescente bajó a un túnel y junto a otras personas recorrieron unos 300 metros aproximadamente; ingresaron en un taller ubicado en inmediaciones de las calles Rincón y Bengoa por un hueco que quedó al descubierto cuando se pretendía colocar un gran torno. Quienes descendieron, primero caminaron rumbo al norte, pero un derrumbe no les permitió seguir avanzando, posteriormente se dirigieron en sentido contrario habiendo llegado a la altura de lo que hoy es ANTEL, ahí se habrían topado con una pared que no les permitió seguir.
A continuación, el atrapante relato de quien afirma que en pleno centro de San José de Mayo existe un túnel de por lo menos 300 metros, que ha quedado sepultado más que por la tierra, por el olvido.
Guillermo Blanco: “La recorrida por el túnel fue por allá por el año 71, 72, más o menos; no me acuerdo exacto, pero creo que fue por ahí. Me enteré de la existencia porque en el taller de Ganassin y Barrera habían adquirido un torno nuevo y había que hacer los fundamentos del torno; hacen un pilar enorme de hormigón y vino Ángelo Vacarcio, el constructor y amigo del italiano viejo dueño que fue el que hizo el pozo para hacer el fundamento y de repente encontraron ladrillo y se desmoronó un pedazo, siguieron excavando y apareció que había un enorme agujero; mirábamos para abajo con un farol, aquellos antiguos de casa, y no alcanzamos a ver casi el fondo; agrandaron el agujero un poco más y lograron poner una escalera de caño que tenía seis metros , era la escalera que pertenecía al taller de Ganassin y Barrera. A esa escalera de seis metros, debe haber quedado afuera un metro y poco; llegó al fondo y no bajó más, entonces empezaron a bajar y a mirar con la luz.
Bajó el italiano Giuseppe Ganassin primero, después bajó ´el japonés´ Scagnello que era un asiduo concurrente del taller y muy amigo del italiano, había otro señor más que no me acuerdo quién era y andaba yo a la vuelta. Después que bajaron todos los grandes, bajé yo y por supuesto que los grandes me encargaron que llevara la batería con la que se alimentaba el faro.”
- Comenzó el recorrido
“En un principio arrancamos por el túnel hacia abajo, diría lo que hoy es Bengoa. Ahí recorrimos, no llegamos a una cuadra y nos encontramos con un derrumbe que tapaba la punta, entonces no pudimos continuar, pero nos llamó la atención que cada 20 o 30 metros veíamos una lucecita que aparecía por el centro, por el medio, y aparentemente eran respiraderos. En muchas casas de repente estaba ese respiradero y la gente pensaba que era un caño que era de las pluviales o algo de eso, yo qué sé, o respiraciones de baños antiguos. Nadie le dio importancia a eso.
Después fuimos de vuelta hasta el lugar de la escalera y cambiamos el sentido de recorrida; arrancamos hacia lo que sería 18 de julio, caminamos y caminamos bastante. Pasamos por debajo de un lugar que se sentían ruidos bastante importantes arriba, ruidos de vehículos en movimiento, ruidos grandes donde hoy está la barraca Tomás, ahí estaba el batallón de Ejército, y bueno, había camiones grandes que entraban allí, que salían y venían, entonces el ruido debe haber sido eso.
Continuamos el recorrido. Por abajo a lo oscuro y con poca luz no es fácil identificar exactamente a qué altura andás, entonces por allá nos encontramos con una pared de ladrillo nueva que pensamos que era el edificio de Antel que en ese momento era nuevo, calculamos que pudiera ser eso y arrancamos de vuelta para atrás. Eso más o menos fue la recorrida sin mayores noticias”.
San José Ahora: ¿Pude mencionar características de la construcción?
Guillermo Blanco: “Era todo totalmente de ladrillo y tierra, las paredes eran verticales rectas y la parte de arriba del techo era abovedado de ladrillo también, la altura que estimo que tendría sería entre los tres y medio y cuatro metros de altura al centro de la bóveda. En los laterales de ambos lados había como una veredita que por uno de los lugares corría un hilito muy fino de agua, por el otro no, estaba totalmente seco.
Después había un lugar por el que se ve que pasaban o estaba previsto que pasara algún caballo o algo de eso, porque había en el centro como un metro más o menos de arena y más al costado unas huellas que se ve que era un material un poco más duro o ladrillos recubiertos con arena o algo de eso. En algunos lugares alcanzamos a ver algunas huellas como si hubiese pasado un carro, pero una huella, no pasaron diez carros, no, no, una sola no más, capaz que no era un carro era una carreta de carga que la trasladaban de un extremo al otro. No encontramos ningún tipo de cartel, no encontramos ninguna señalización extraña ni puertas ni nada, lo único que vimos fue cuando fuimos hacia abajo que en algunos lugares había ventilaciones.
El túnel no va paralelo a calle Rincón, va levemente inclinado, imaginate que de Rincón a Ciganda donde está Antel está bastante inclinadito, casi una cuadra se come en esas dos o tres. Y para abajo (para el lado Norte desde el ingreso), ponele que cruza para el lado derecho, vamos a decir, mirando desde el taller mío (está ubicado en calle Rincón casi Bengoa), la calle por debajo, para mí apunta como para allá, para los galpones que eran de la barraca Cobas, el tanque del agua de AFE, para esa zona apunta. Lo que no tengo idea es dónde puede terminar. Eso es cosa de conjetura”.
San José Ahora: ¿Recuerda qué sintió estando allí abajo?
Guillermo Blanco: “Primero fue que había un olor intenso, a humedad, a humedad añeja, de ese olor que largan los ladrillos viejos, mojados, húmedos. Lo otro que experimentamos también algunos, no sé los demás, fue un poco la sensación de estar encerrado, poco como claustrofobia, pero tampoco muy intensa, una cosa normal.
Mi primer cuento de este descubrimiento, por supuesto fue en el liceo, y los compañeros del liceo decían, mirá si va a haber un túnel; entonces, como veía que la gente no le daba mucha importancia, los cuento lo dejamos para otro día y no los contamos más”.
San José Ahora: ¿Para qué cree que se usaría ese túnel?
Guillermo Blanco: “No tengo la más mínima idea porque no se notaba que lo estaban usando o que lo habían usado. Se ve que era un túnel que se hizo en algún momento, pero no daba sensación de haber sido usado mucho”.
San José Ahora: ¿Por qué no se puedo ingresar más?
Guillermo Blanco: “Primero porque después que hicieron la zapata esa de hormigón y la hicieron más ancha para apoyarse en el túnel, lo taparon y pusieron el torno arriba. Así que ahí no se pudo ingresar más. Y después a nadie le gusta que le escarben la casa para ver si encuentran o no encuentran el túnel; por eso tampoco ha habido mayor información y averiguaciones. En algún momento hubo algunos interesados en averiguar esas cosas, pero la verdad es que hasta ahora no he sentido nada más.
Tenemos que recordar que estamos hablando del año 71, 72. Y bueno, después de esos años, cuando se complicó la jugada acá, ahí no se podía andar escarbando ni averiguando mucho porque íbamos a tener problemas. Por eso me parece que es la negación de algunas personas y autoridades que con los años de la dictadura nadie se animaba a hablar de esas cosas”.
San José Ahora: ¿Y cómo es el contacto con los vecinos en relación a este tema?
Guillermo Blanco: “Con la mayoría de los vecinos tengo contacto. El tema es que las personas que bajaron, el único que estoy vivo soy yo, después los demás son veteranos que ya fallecieron, en el caso de Ganassin, del japonés Scagnello… en aquel momento tendría 16, 17 años y era toda una experiencia para mí, una locura. Pero digo, no hemos hablado mucho con vecinos de ese túnel y nadie le da mucha bolilla, a nadie le importa nada, se hace cualquier cosa arriba”.
- Más interrogantes que certezas
Para cerrar, surgen una serie de interrogantes que bueno sería sean evacuadas en el corto plazo:
¿Por qué quienes tienen poder de decisión niegan la posibilidad de investigar a fondo sobre esta temática que podría arrojar datos sumamente relevantes para la población maragata?
¿Se activará algún organismo o agrupación para confirmar o descartar todo lo mencionado?
Varias de las personas nombradas en el artículo que poseían datos relevantes han fallecido, ¿nos daremos el triste lujo de dejar que los que quedan vivos sigan el mismo camino natural de quienes los antecedieron y que con ellos desaparezca información que podría resultar valiosísima?
¿Hay “dueños” de la historia en San José?
Para finalizar, citamos una reflexión que Hugo Campiño hizo al dialogar con San José Ahora: “Yo no voy a decir que es cierto, pero hay demasiados testimonios de que algo hay. Sigo insistiendo que existen (túneles, pasadizos y estructuras subterráneas) porque hay testigos muy fidedignos, buenas personas que no van a mentir; no he encontrado nunca la colaboración de nadie que me ayude a escarbar un poco más en esto, por sí o por no”.