Solo 1% continuaría con las políticas actuales para reducir la inseguridad asociada al narcotráfico.
Ni bien asumió el actual gobierno, un pequeño virus —que cabe 400 veces en el grosor del cabello humano y al que los científicos apodaron Sars-Cov-2— se había convertido en el principal problema del país.
Tras su pasó dejó heridas laborales y financieras que hicieron que, al año, la situación económica ascendiera al primer lugar en el podio de las preocupaciones de los uruguayos. Pero desde el segundo trimestre de 2023, las distintas mediciones son categóricas: la seguridad (o mejor dicho inseguridad) está a la cabeza de las dificultades percibidas.
Los resultados de la encuesta que El Observador lideró en conjunto con la Unidad de Métodos y Acceso a Datos de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República y el estadístico Juan Pablo Ferreira (Instituto Nacional de Estadísticas y Facultad de Ciencias Económicas y Administración) son consistentes con esa percepción ciudadana. Para seis de cada diez encuestados, Uruguay es un país “inseguro” o “muy inseguro”.
Los votantes de la oposición —esos que en 2019 apoyaron la fórmula presidencial del Frente Amplio— son los más críticos con situación de seguridad (73% considera que vive en un país inseguro). Entre quienes apoyaron al oficialista Luis Lacalle Pou, en cambio, la percepción más negativa nuclea al 42%.
En Montevideo existe una mayor percepción de inseguridad que en el interior. Entre las mujeres más que entre los varones. Y entre los menos educados más que entre los más formados.
Pero esa “sensación de inseguridad” —como le dicen los psicólogos—, cae cuando al encuestado se le pregunta por la delincuencia en su barrio o localidad. Menos de la mitad entiende que su zona en insegura o muy insegura.
Las Ciencias Sociales explican esta diferencia por dos motivos: la noción de cercanía y el concepto de comunidad. Ocurre que aquello de “más vale malo conocido que bueno por conocer”, opera emocionalmente: el “mala pinta” que está en la esquina de mi casa ya lo conozco, siento que me cuida, es de los míos. En cambio, esa sensación cambia acorde me alejo de mi lugar de referencia.
Lo otro es que la ciudadanía tiende a percibir mejor lo que es propio, de su comunidad, que lo más exógeno. Mi cuadra está más limpia que mi ciudad. Mis vecinos son mejores que los del otro barrio. Los de mi equipo se portan mejor que los contrarios. La sensación de inseguridad no escapa a esa lógica con que los humanos construyen sus opiniones.
La encuesta de El Observador y la academia —cuya metodología puede verse al final de esta nota y que incluye modelos de avanzada para la extracción de inferencias estadísticas— evidencia que más de un tercio de quienes consideran que Uruguay es inseguro piensan que su barrio o localidad es, por el contrario, seguro o muy seguro.
Mano dura contra el narcotráfico
La tasa de homicidios en Uruguay creció casi un 40% en la última década. Los ministros del Interior (de distintos partidos y gobiernos) mantuvieron una misma explicación: la violencia es el resultado de enfrentamiento entre bandas y casi la mitad de los asesinados son por “ajustes de cuentas”.
El término llevó a una reciente disputa dialéctica y científica entre las autoridades de Interior. Un estudio liderado por el criminólogo Emiliano Rojido reveló que más de la mitad de los homicidios por “ajustes de cuentas” tienen, en realidad, un motivo desconocido. Pero el referente del Observatorio oficial, Javier Donnángelo, criticó algunos supuestos.
Detrás de esta puja yace, en el fondo, la visión y el diagnóstico de seguridad que se tiene de Uruguay. De hecho, el último diciembre la oficina de Drogas de Naciones Unidas, basada en los datos oficiales tal cual está la clasificación, sentención: “Uruguay es uno de los países con mayor proporción de homicidios cometidos por el crimen organizado”.
La encuesta de El Observador, la UMAD y el estadístico Ferreira aprovechó este escenario y preguntó: “Para disminuir los problemas de violencia e inseguridad asociadas al narcotráfico, ¿cuál cree que es la mejor opción?”. Solo se aceptó una única y principal respuesta.
Para más de la mitad de los uruguayos hace falta incrementar la mano dura: más penalización y represión. Un tercio, a su vez, apuesta a una mayor educación y medidas preventivas. Solo el 1% continuaría con las políticas actuales tal cual están formuladas… mantendría el status quo.
Fuente: El Observador.