Trasfondo de violencia
“No hay ningún signo de ansiedad o angustia, lo que es muy llamativo de todo su relato”, señaló la psicóloga que evaluó a Jorge Lara, el homicida de Paysandú que mató a fines de enero de 2023 a su hermana Giuliana, de 27 años, y a su sobrino Mateo, de 8.
Lara fue condenado luego de un juicio a 30 años de prisión y a 15 años de medidas eliminatorias de la libertad, las penas más altas previstas en el Código Penal que fueron imputadas por la “peligrosidad” del acusado.
Los detalles del macabro crimen ya se conocían: Lara acuchilló a su hermana en el pecho, luego salió con su sobrino a buscar un lugar donde deshacerse de los cuerpos, regresó a la casa con el niño y lo mató. Desmembró los cuerpos y los dividió en varias bolsas de basura, que tiró en un descampado y luego prendió fuego. Uno de los expertos que declaró en el juicio dijo que “pocas veces” vio ese grado de “conocimiento” a la hora de realizar los cortes.
Es que Lara había trabajado durante un tiempo en un frigorífico.
La sentencia de condena, a la que accedió El Observador, describe cómo era la convivencia entre Lara y su hermana, así como el perfil psicológico del homicida, que –en palabras de la especialista que lo evaluó– se mostró “imperturbable” después de cometer los asesinatos.
- El crimen
El recorrido que terminó con la muerte de Giuliana y su hijo Mateo comenzó en la medianoche del 31 de enero. La Justicia pudo determinar que en esa madrugada, entre las 00:00 y las 07:00, Lara asesinó a su hermana y luego a su sobrino.
Los tres vivían juntos en una casa que el padre de ambos hermanos les había cedido para que vivieran. Madre e hijo estaban durmiendo en el living, cuando Lara “atacó a su hermana, la golpeó, la acuchilló en la zona del pecho y finalmente le dio muerte”. Mientras esto sucedía, su sobrino estaba en la casa, aunque no queda claro si presenció el asesinato.
A las 06:00 del 31 de enero se detecta la primera salida de Lara de la casa, manejando la moto recién comprada de su hermana y acompañado de su sobrino. Se dirigió a la zona de Playa Mayea, a orillas del Río Uruguay, donde más tarde arrojaría los cuerpos. Allí estuvo unos minutos, hasta que después volvió a dirigirse a su casa, siempre acompañado del niño.
Al regresar, asesinó a su sobrino. La sentencia señala que para “deshacerse” de los cuerpos y “borrar toda evidencia”, descuartizó a ambos en el baño de la casa, de forma tal que cupieran en las bolsas de residuos que luego saldría a comprar.
Para deshacerse de los cuerpos tuvo que hacer varios viajes en moto. Al final, cuando ya había trasladado todas las bolsas, los prendió fuego. Pero cuando salía de la zona de Playa Mayea se topó con dos hermanos, que lo vieron “como nervioso”.
A ambos, Lara les dijo que le habían matado un perro y que tuvieran cuidado porque “andaba una yara” en la vuelta.
Todo eso –el desmembramiento, la compra de bolsas, el descarte de los cuerpos– sucedió entre las 08:00 y las 12:00. Desde entonces y hasta las 17:00, Lara se dedicó a limpiar todo rastro del crimen, sobre todo los rastros de sangre que habían quedado en el baño y el pasillo de su casa.
- El trasfondo de violencia
Giuliana trabajaba en un comercio de la ciudad de Paysandú. Su empleadora, que brindó testimonio como testigo durante el juicio, declaró que la mujer le contaba que la convivencia con su hermano “no era buena”.
En el relato que hizo ante la Justicia narró que el hermano “le rompía las cosas que Giuliana se compraba o tenía”. Que cuando le compró una bicicleta a Giuliana para que no tuviera que ir “caminando” al trabajo, el hermano le rompió una rueda. También relató que una vez presenció cómo el hermano pasó por el comercio y le gritó “puta” a Giuliana.
Le preguntó entonces a Giuliana si no le tenía miedo al hermano. Ella le respondió que no, que «era bocón» pero que «no le iba a hacer nada».
Otra testigo –madre de una expareja de Lara– recordó que Giuliana “iba a su casa llorando” y que allí le contaba que siempre discutía con su hermano. Que la insultaba, que le decía “cucaracha”, “puta”, y que “le tenía celos”. “Que todo lo nuevo que ella tenía él se lo rompía”. El hermano le cortaba la luz y le rompía las colillas del calefón.
Un día le preguntó a Mateo si su tío lo agredía. El niño le dijo que no, pero le contó que su tío se había peleado con su madre y que en ese intercambio le dirigió un gesto. Le había hecho la seña de que lo iba a degollar.
- Un homicida “imperturbable”
La defensa de Lara –designada de oficio– no se opuso a la culpabilidad del acusado, pero sí a los agravantes computados por la Justicia, que fueron varios.
En el juicio se determinó que Lara mató a su hermana por el “desprecio” que le tenía. A su sobrino lo asesinó para ocultar el crimen anterior y asegurarse la impunidad.
Para fundamentar la “peligrosidad” de Lara en el juicio declararon como testigos algunas de sus exparejas. Una de ellas relató que el hombre “al principio fue bien”, pero que luego “no la dejaba salir” y “no quería que fuera a la casa de su madre”. “La agredía de forma verbal y forma física”, señala la sentencia.
Otra expareja que declaró fue la madre del hijo de 9 años que tiene Lara. La mujer contó que su pareja “la dejaba encerrada”.
Ambas habían presentado varias denuncias contra Lara, porque este –pese a tener medidas cautelares– las seguía y las vigilaba.
La psicóloga que declaró en el juicio evaluó a Lara en dos oportunidades, una en julio de 2023 y otra en agosto, mes en el cual dio su informe final.
En él, la profesional sostuvo que Lara no presentaba “ningún signo de ansiedad o angustia”, algo “muy llamativo en todo su relato”. En los dos encuentros de evaluación se mostró “imperturbable”. “No hay angustia ni sentimiento de culpa ni remordimiento”.
Lo definió como solitario, que evitaba los acontecimientos sociales, que tenía un “nivel de empatía muy bajo” y que tenía “rasgos de personalidad” que eran “predominantemente esquizoides”.
Sobre el pasado de Lara, la psicóloga destacó que había empezado a trabajar con apenas seis años, vendiendo diarios para ayudar a su madre. Y que en esa “etapa de crecimiento” no surgía que hubiese tenido “conexiones afectivas” con los adultos que lo rodeaban.
En 2012 había entrado a la Armada –trabajó en la Prefectura del Puerto de Paysandú– pero en 2015 fue procesado con prisión por tres meses y entonces fue dado de baja. “Esto lo marca a Lara, porque luego de eso no pudo tener un trabajo estable”, dice la sentencia.
Durante uno de los interrogatorios, Lara fue preguntado sobre la relación que tenía con su hermana. “No éramos hermanos que nos queríamos tanto, pero tratábamos de llevarnos bien, a mi sobrino lo quería muchísimo, lo llevaba a la escuela, a lo de mi padre, lo cuidaba para que ella no pagara niñera”, dijo.
La psicóloga le preguntó entonces cómo se llamaba el niño. Lara no pudo responder.