El querido Julio Acuña, conocido por todos como “Pacu”, es el referente número 1 del baby fútbol del “Treinta”.
Él es capaz de ir en bicicleta casa por casa a buscar a cada niño el día del partido. Es una estámpa habitual ver marchar rumbo al Abasto (nuestra cancha) una caravana de pibes sobre dos ruedas encabezada por su figura, que es la de un niño más en cuerpo de adulto, de cabellera tupida al mejor estilo “Pipo” Gorosito, pero en vez de una camistea de San Lorenzo de Almagro, este ser humano gigante suele vestir la de Racing de Avellaneda, equipo del que es fanático.
Detrás de él va el tropel de botijas con el pecho inflado, ellos saben que esta tarde les va a tocar jugar, porque Pacu es así, los pone a todos, sin importar los resultados ni las condiciones futbolístisticas, todos tienen minutos con él.
Sabe bien que es el baby el mejor momento de integrar e inculcar los valores que en el futuro harán de esos niños hombres de bien, obreros, empleados, jefes, empresarios y quizá, en los mejores casos, futbolistas.
El fútbol pero sobre todo la sociedad le debe mucho a tipos como Pacu, maestros de la calle y de códigos que lamentablemente tienden a desaparecer.
Equipier, alcanza pelotas, canchero, director técnico, ayudante, cocinero, lavandero o lo que se necesite, él ha sabido cumplir todas estas funciones, y en ocasiones varias de ellas al mismo tiempo.
Sentarse a charlar con él no tiene ningún desperdicio. Una comida vino mediante, obviamente que tinto y sin cortar, se puede transformar en todo un deleite de humilde sabiduría, esa que llena el alma y nos renueva la fuerza para seguir peleandola con nuestras mejores armas: el amor a nuestro club, la amistad y la dedicación constante.
En esos diálogos surgen anécdotas de todo tipo. Si vos que estás leyendo este post sos un hombre ya maduro, y tuviste la suerte de que él te dirigiera en tu paso por el baby fútbol maragato, seguramente hablar con este maestro te erice la piel, tanto como me erizo yo al escribir estas líneas.
En su casa, un rancho ubicado dentro del predio de su amado Club 33, guarda pilas de cuadernos donde tiene anotados cientos de nombres de todos los niños que a lo largo de los años supo dirigir, también están los goles y un montón de estadísticas.
Cariñoso, respetuoso, fiel, un tipo que se hace querer enseguida. Cualquier persona que lo conozca de seguro se refiere a su figura en buenos términos, y quizá sea ese el mejor reconocimiento al que puede aspirar un Señor de sus características, el reconocimiento de las personas que saben de su sacrificio.
Pacu es Panadero de profesión, pero amante del fútbol como pocos. Siempre está con la radio Spica pegada a la oreja escuchando algún partido, del campeonato local, uruguayo, argentino o de Tanzania, no importa, lo que importa es estar pendiente de lo que sucede entorno a una pelota, porque ella es sagrada, se mueva en el lugar del mundo en que se mueva. Si no está escuchando fútbol, es porque cambió el dial para seguir el sorteo de la Quiniela o el 5 de Oro, únicas esperanzas del obreraje para poder alcanzar esos sueños que sólo se alcanzan a punta de billetes.
Irma, su esposa y fiel compañera de la vida, siempre está al pie del cañón acompañándolo y ayudándolo en todas sus tareas. También ella es gran responsable de que Pacu sea lo que es. La gran mujer detrás del gran hombre.
Los que acompañamos diariamente al club, sabemos que él es un pilar fundamental, es patrimonio institucional. De esos que generan preguntas como: ¿Qué será de la vida de este club sin su presencia?
Es de esos personajes que cuando el juez pita el final de un partido que tuvo un triunfo nuestro como resultado, dan ganas de ir a abrazarlo, sabiendo que ese será el abrazo más sincero de todos. Cuando nos toca triunfar sus ojos se llenan lágrimas, demostrando de esa manera el amor puro que siente por nuestros colores. Cuando toca perder lo inunda la tristeza, pero la procesión va por dentro, por fuerza es un roble que transmite las mejores palabras de aliento, dando valor y confianza porque si hay algo que da el fútbol es revancha.
Yo tengo pocos años dentro de la dirigencia del fútbol, trabajando para mi querido 33. No sé si duraré mucho en este ambiente, que muchas veces agota y desgasta, pero tengo muy en claro que aprendí mucho del Pacu, y rescato un par de cosas fundamentales y que hoy en día escasean: ¡HUMILDAD Y PASIÓN POR MI QUERIDO TREINTA Y TRES!
*Por Marco Placeres