En tiempos donde la inseguridad y los hechos delictivos suelen centrar la atención de la opinión pública y los medios de comunicación, hay ciudadanos comunes que, sin disponérselo, dan una fuerte lección de valores digna de difundir.
Son todos vecinos pero bien se podría decir que la mesa que arman para recibir el nuevo año es la de una gran familia.
A los Acheriteguy, Noya, Fajardo, Otonello; a Yanela Perdomo y su mamá Elsa; a Nelly; a Silvia Bértoli; a Reina Tunín; a Irma y Ery, entre otros tantos, no los une la sangre, los une la cuadra en la que habitan, en calle Colón, entre Zorrilla y Batlle Berres, en pleno centro de San José de Mayo.
Si bien cuando las campanas de la Basílica Catedral marcan las doce al terminar cada 31 de diciembre son cientos los vecinos que se estrechan en un abrazo y se auguran dicha y prosperidad para el tiempo que durará la Tierra en dar una nueva vuelta al sol, no son muchos los que arman una mesa y comparten entorno a ella alimentos y bebidas, entre charlas, risas, recuerdos, anhelos, más risas y alguna que otra lagrimita disimulada por aquellos que ya no están físicamente.
Todo comenzó hace cuatro años atrás, cuando Irma Álvarez y su esposo Ery Ramón sorprendieron a todos sus vecinos de la cuadra con unas mesas decoradas y un grupo de música clásica que amenizó la velada. Desde ahí la reunión es un clásico, oportunidad que aprovechan para ponerse al día y a las órdenes, pasándola muy bien y estrechando los lazos de amistad.
¿Cómo se organizan? Fácil. Días antes una vecina reparte tarjetas invitando a participar del encuentro, y llegado el día y la hora indicados cada familia se acerca con una porción de comida y alguna bebida para compartir.
“Es una reunión muy familiar que se ha ido perdiendo con el tiempo, y que en la campaña es bastante común. Estos momentos son muy buenos para los vecinos y para toda la sociedad. También lo están haciendo en otros barrios y creo que nos une mucho”, dijo Irma Álvarez a sanjoseahora.com.uy al ser consultada sobre el encuentro.
Afortunadamente, como indicó Irma, ellos no son el único caso de estas características, también en otros puntos más vecinos se juntan sin la necesidad de tener un vínculo filial. Comparten, bailan y se divierten. Por algunas horas olvidan el agobiante ritmo de la rutina. La calle de sus viviendas es el lugar de encuentro. La sienten su casa, una casa sin rejas ni alarmas, protegida por esa seguridad única que solo puede dar el aprecio de un ser humano hacia el otro, y donde el respeto y la amistad entran, sin pedir permiso.
*Texto: César Reyes / Fotos: Irma Álvarez