Yo tengo un amigo que aparece en cada febrero. La última vez que lo vi en persona fue antes de venirme a vivir a Ecuador. Pero pese a esa distancia siento que él está cerca. Así es la amistad, saber que se está, aunque no se esté físicamente.
Lo conocí personalmente cuando yo trabajaba en los informativos de Radio 41. Mi compañero, Carlitos Lacava me lo presentó. ¡Mirá quién! Habemos tipos afortunados en la vida, no tengo dudas.
Si decís Carnaval, tablado, escenario, él aparece. Ama febrero, mes en el que además, cumple años.
Ese amigo se sube al escenario, está en los desfiles o en el concurso, no le hace asco a nada. Con su voz enciende hasta al público más frío, y creeme que el público de mi San José de Mayo, allá en Uruguay, es bastante complicado según dicen muchos artistas.
Es que a mí amigo la gente lo quiere. El pueblo lo quiere. Y cuando digo el pueblo hablo de todos, del que no tiene un mango partido por la mitad hasta el que amasa fortunas. Él rompió ese paradigma de “o sos de los nuestros o sos de los otros”.
En las tibias noches de febrero, cuando la magia del carnaval, con sus duendes, sobrevuela en el aire con voces de murga, colores y risas, es cuando más se siente su presencia.
Con este amigo siempre nos reímos mucho. Con él se pasa bien. Si estás por el piso él te levanta con un par de “chijetes”. Te hace ver que la vida no va por el lado de la amargura, que va por otro lado, por charlar con un amigo, compartir una mesa, tomarte una en el bar con esa gente que necesita tener una demostración fehaciente de que existe.
Recuerdo una noche en la que fuimos a comer unos tallarines caseros a la casa de doña Margoth, una colaboradora de la emisora, en el pueblo Estación González. La anfitriona había invitado a algunos vecinos para recibir a “los señores de la radio”. En determinado momento mi amigo despareció del lugar reapareciendo minutos después, ¡vestido de cura! y pulverizando todo protocolo.
En una de esas muchas charlas que mantuvimos, ésta en un momento de amargura, sentados en el sofá negro del hall de Radio 41, me pidió que el día que se muriera, cuando lo estuvieran metiendo al nicho en el cementerio, yo gritara su frase, por la que es recordado por todos: ¡FUERTE, FUERTE EL APLAUSO!”. ´
Él ya se subió al tren que para todos va a pasar una vez y yo no cumplí mi promesa. Hasta hace un tiempo esa era como una espina en mi consciencia. Pero en este febrero me di cuenta de algo, la última vez que nos vimos en persona, como siempre nos dijimos: “nos estamos viendo”. Esa es la confirmación de que en algún momento nos vamos a volver a encontrar.
Porque él, como todos los amigos, sigue estando presente. Y así como encendía al difícil público de San José, ahora está haciendo otra cosa que parecía imposible, vos Wilson José Galoso, le ganaste a la muerte.
¡Felices 80 años, en el tablado que hoy estés!
Esto lo escribió: César Reyes
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