Pensando en un nuevo carnaval, el sonido que identifica a uno de los barrios más populosos de San José de Mayo, ya invade las calles.
Desde hace varias décadas son parte de los carnavales josefinos. Son marca registrada del típico candombe callejero, ese que posee los cuerpos de quienes lo escuchan y los pone a bailar por más duro que sean.
Son laburantes, de granjas, “de la constru”, amas de casa, desocupados que olvidan el bajón de estar en esa situación gracias al compañerismo y buena vibra que se genera entorno a esos tambores de antaño.
Llegan al ensayo en la plazoleta del barrio Colón en bicicletas, motos, muchos más lo hacen caminando, pero, como todos los años, ellos llegan.
Liderados por Ricardo y Jhony Ferrada, unos prenden la fogata para templar las lonjas, otros se ríen a carcajadas al evocar vivencias de carnavales pasados. Si alguno está mal, baja la tristeza con tragos del vino compartido que en una botella de plástico pasa de mano en mano.
De repente uno comienza con el chás chás chás, se le suma otro y otro, ellas, las mujeres, se empieza a mover, les sale fuego de las caderas y las calles, Ellauri, Rodó, Santiago Vázquez, Chucarro, Pelossi vuelven a ser sus pasarelas.
Y las nochecitas, que por estas fechas se empiezan a entibiar, se llenan de alegría. Vuelve doña René a la memoria, vuelven tantos. Los viejos del barrio miran el desfile improvisado, se les ponen brillosos los ojos al recordar, pero la oscuridad y el humo son cómplices para disimular ese «ablandamiento» del espíritu.
Los niños se entreveran en sus corridas interminables. Sueñan febrero en noviembre, sueñan, bajo la misma luna que los vio desde el principio, son las Lonjas del Colón que, una vez más, dicen presente, aunque aún falta un rato para el próximo carnaval.
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*Por César Reyes